Ya ha pasado tiempo desde aquel viaje de los años 90 a Guatemala. La fotografía digital no existía y las diapositivas ayudaban a guardar en la retina momentos inolvidables del viaje.
Guatemala y los colores de Chichicastenango es uno de ellos, la visita al mercado de “Chichi” como ellos lo llaman. A pocas horas de la bella ciudad de Antigua, una de las ciudades coloniales más bonita de Latinoamérica, nos dirigimos hacia Chichi en nuestro coche de alquiler. Dicen que hay peligro por las carreteras y que te pueden abordar en medio de la nada para robarte, pero nosotros no hemos tenido ningún problema. Eso sí, el coche era un modelo desvencijado, que pinchó innumerables veces durante la ruta y nos obligó a parar en los precarios puestos para arreglar los pinchazos.
Llegamos a Chichicastenango la noche anterior al día del mercado semanal (los jueves y sábados). Se trataba de madrugar y poder visitar temprano el mejor mercado de Guatemala antes de que los grupos de turistas aparecieran y lo invadieran todo. Cuando todavía no ha amanecido, los indígenas que bajan desde las montañas, empiezan a colocar las paradas con sus mercancías: telas multicolores, artesanías, máscaras, frutas y verduras y un sinfín de productos. Una explosión de colores y olores. No sólo es un mercado, es una experiencia en sí misma.
La actividad y el bullicio despiertan con el día. Los niños van de aquí para allá. Las mujeres con sus coloridos vestidos y esas largas trenzas interminables de color negro azabache que les caen por la espalda. Son ellas las que atienden la actividad comercial, sentadas en grupos junto a su mercancía. Aquí el tiempo pasa más lentamente. No hay prisa. Empiezan a llegar los primeros turistas que se confunden con el resto del bullicio.
El porcentaje de población indígena en Guatemala es uno de los más altos de América Latina. Los mayas conforman la mayoría de la población del país y testimonio de ello es este mercado en el que todos son indígenas. La iglesia de Santo Tomás, vestigio de los españoles, preside la Plaza del mercado.
En sus escalinatas encuentras a turistas despistados y mujeres vendiendo diversos productos. Hay que entrar en la iglesia y observar las ceremonias mezcla de catolicismo y sincretismo.
El olor a incienso lo inunda todo. Los feligreses se acercan al interior y llevan ofrendas, hacen penitencias y exhiben agradecimientos. Mi padre, que nos acompañó en aquel viaje, siguió recordando muchos años después, las sensaciones en las escaleras de la Iglesia de Chichicastenango.
Cerca del mercado, se encuentra el cementerio de Chichicastenango. Una visita interesante para ver las lápidas de colores que se agolpan aquí y allá. «Chichi» es para perderte entre el mercado, callejuelas y colores que lo inundan todo. Niños que corren arriba y abajo y se esconden entre carros de frutas y animales en venta.
Guatemala es uno de los países más atractivos de Latinoamérica. Ofrece al viajero una variedad de opciones que van desde la bellísima Antigua, quizás la ciudad colonial más bonita que he conocido.
En Guatemala podemos visitar una naturaleza excelente como el Lago Atitlán, que algunos consideran el más bello del mundo y un paseo en lancha por el Río Dulce, observando el exuberante bosque tropical.
La cultura maya tiene su máximo exponente en la ruinas de Tikal, situadas en plena selva, no tan famosas como las de su vecino México, pero más espectaculares. Y además de todo ello, Guatemala cuenta con paradisíacas playas caribeñas de aguas cristalinas y volcanes como el cráter del volcán de Ipala, famoso por su laguna. ¡Un país auténtico que ofrece mucho y variado!.
