Han pasado 25 años desde que estuve en esta ciudad. Por aquellos años 90, todavía no se visitaban otros destinos asiáticos, muy populares ahora y Katmandú era uno de los lugares mochileros por excelencia. La que sobrevive a terremotos y vaivenes. Katmandú qué ver en esta sorprendente ciudad.
En mi anterior viaje visité Nepal en un combinado con la India. En esta ocasión visito Katmandú antes de ir a Bután. Tengo muchas ganas de reencontrarme con esta ciudad. Viajo desde Abu Dhabi hasta la capital de Nepal. Me han obligado a hacer una noche en la capital de los EAU, debido a un retraso de más de ocho horas en mi vuelo. No me dan explicaciones. Sólo consigo averiguar que «very important people» está en Katmandú y todos los vuelos están retrasados. Paciencia. Gajes de los viajes. Me alojo en un hotel del moderno aeropuerto. Mañana será otro día.
Cuando aterrizo en Katmandú, ya de madrugada, salgo del aeropuerto e identifico rápidamente de qué persona importante se trataba. Las calles están decoradas con grandes carteles del presidente chino que acaba de realizar una visita oficial a Nepal.
El rostro de Xi Jinping aparece junto al de Bidhya Devi Bhandari, la presidenta del país elegida en 2015. Me fui de Nepal siendo una monarquía y ahora es el partido comunista quien gobierna. Un cambio relevante
Ahora entiendo la importancia de la visita del presidente chino. Nepal ha pasado de tener a la India como socio, a ser China su principal aliado.
Nepal fue una monarquía durante 240 años. Monarquía absoluta hasta 1990 bajo el control exclusivo del Rey de Nepal, el rey Birendra y parlamentaria hasta 2008. El Reino de Nepal, era el último reino hindú del mundo hasta el 28 de mayo de 2008, cuando la monarquía fue abolida. Después de sangrientos episodios: el 1 de junio de 2001, el príncipe heredero Dipendra mató a tiros a casi todos los miembros de la familia real durante una reunión en Katmandú. Y tras una década de oscuridad, agitación social y violencia, hoy Nepal es una República Federal Parlamentaria gobernada por el Partido Comunista.
Pero éste no es el único cambio que ha experimentado el país en las últimas décadas. Un terremoto en abril de 2015, con epicentro a 81 km al noroeste de la capital, dejó un saldo de casi 9000 víctimas mortales, 22.000 heridos y daños materiales cuantiosos, de los que todavía no se ha recuperado el país.
La destrucción y las precarias infraestructuras, provocaron una crisis humanitaria que se tradujo en 9,5 millones de personas (un cuarto de la población de Nepal) con necesidad de asistencia humanitaria
Nepal es un país pobre y la comunidad internacional cooperó enviando alimentos junto a equipos de búsqueda y rescate.
Las consecuencias del terremoto todavía se pueden observar cuando visitas las principales construcciones reconocidas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Las emblemáticas plazas Durbar, antiguas plazas reales del Valle de Katmandú, como la de Patan, Bhaktapur y la propia de la capital, en las que encuentras templos en ruina restaurándose
Muchas de estas maravillas ya están restauradas, como la popular estupa milenaria de Boudhanath o el templo de Pashupatinath, uno de los crematorios más importantes del hinduismo, a orillas del río Bagmati.
Katmandú: Durbar Square
He dormido pocas horas pero tengo muchas ganas de volver a la plaza Durbar Square. Desayuno rápido y salgo a la calle. Mi alojamiento está en el barrio de Thamel, el más turístico de la capital y en el que se alojan la mayor parte de viajeros. Aquí hay una amplia oferta de tiendas, hoteles y restaurantes.
Sin duda, este barrio ha crecido mucho. Sus estrechas callejuelas repletas de tiendas con artículos de todo tipo han proliferado en las últimas décadas
En Thamel puedes comprar desde material de montañismo a buen precio (el turismo de montaña ha proliferado en las últimas décadas), hasta pashminas, souvenirs o artesanía. En Katmandú se compra bien. Encuentras plata, mandalas y joyas interesantes. Quizás no tan barato como hace años, pero sigue manteniendo precios asequibles.
Sigo una de las calles que desembocan en el centro neurálgico de la ciudad, la plaza Durbar Square. Tengo preciosos recuerdos de este lugar. Al caer el día y volver de las excursiones, iba con mi padre a pasear por la plaza con la puesta de sol. Su cara de satisfacción me hacía feliz. Yo fotografiaba y el grababa con un vídeo de la época. Hacíamos algunas compras, pero nuestra adquisición favorita eran mangos, que estaban riquísimos. Nos los comíamos al llegar a la habitación del hotel. Paseo por Durbar Square y me acompañan aquellos recuerdos. Ahora se paga entrada para acceder a la plaza.
Un monje con su vestimenta color azafrán, se mantiene impertérrito en medio de la plaza mientras sujeta su cuenco, rodeado por multitud de palomas. Lo observo durante un rato y no se inmuta. Sigue con la mirada clavada en el infinito. Alguien hace unas palmadas y, de golpe, los pájaros levantan el vuelo. Sigue sin inmutarse. Allí lo dejo y prosigo mi paseo por Durbar Square. La mayor parte de los edificios afectados por el terremoto ya están restaurados. Los templos newar y el antiguo Palacio Real, Patrimonio de la Humanidad, siguen tan bonitos.
Me acerco hasta el Palacio de la Kumari, cerca de la plaza Durbar, en donde reside la Kumari Real, la joven niña diosa. La Kumari es seleccionada entre niñas de 3 a 5 años pertenecientes a la comunidad nepalí de Newari.
El palacio Kumari Ghar fue construido hacia el año 1757. Un edificio de ladrillo de tres pisos muy decorado con las típicas ventanas de madera tallada. Allí es adorada como un ser superior tanto por hinduistas como budistas
Durante su estancia en el Kumari Ghar, la niña recibe las máximas atenciones y es educada con esmero. Una vez menstrúa, deja de ser diosa para convertirse en mortal y debe volver a la vida normal de cualquier niña.
Tengo suerte y en breve saldrá por la ventana del patio del palacio. Está completamente prohibido fotografiar a la Kumari y un nutrido grupo de vigilantes, tratan de persuadir que nadie haga una sola foto. Anuncian su salida y en unos segundos aparece una niña con expresión seria y triste, maquillada. Me da pena. No parece feliz. Enseguida vuelve a desaparecer.
Salgo del Palacio de la Kumari y un corrillo de mujeres con coloridos saris, sonríen y charlan animadamente en una esquina. Llego a la zona más amplia en la que los tenderetes de souvenirs y artesanía inundan el pavimento.
Me emociona volver a estar en esta plaza. Esta parte de la ciudad no ha cambiado. El tiempo se ha detenido. Me congratula que sea así. En ocasiones, cuando vuelves a destinos ya visitados anteriormente y sientes esa decepción al constatar que el lugar ha perdido su esencia… Me reencuentro con el color de esta ciudad: un mercado de frutas y verduras. Polvos de colores para celebrar el Festival Holi. Señores luciendo su topi en la cabeza, el gorro tradicional nepalí.
En mi anterior viaje al Valle de Katmandú tuve la oportunidad de visitar los pueblos del valle, como Patan y Bhaktapur, ésta última la más afectada por el terremoto. Tendré tiempo de volver a visitarlas, a mi vuelta de Bután. Hoy es mi último día antes de volar y quiero repetir una visita: la Estupa de Boudhanath. Un lugar que también me trae recuerdos imborrables.
Este es el templo budista con más carga espiritual de Katmandú. He visto fotos de los destrozos que ocasionó el terremoto del 2015 y la estupa quedó seriamente dañada. Ahora vuelve a lucir en todo su esplendor.
¡Qué suerte la mía!, el sol brilla y las coloridas banderas de oración se agitan contra un intenso cielo azul. Tengo toda la tarde por delante para disfrutar de este mágico lugar.
Pienso en mi padre, que nos dejó hace ya cuatro años. Aquí estuvimos juntos, en un viaje por la India y Nepal que hoy recuerdo con nostalgia. Fue «su» viaje y hoy me siento feliz de haber viajado con él hasta aquí y compartiendo juntos esta maravillosa ciudad. Estoy disfrutando muchísimo de mi reencuentro con Katmandú.
Atisbo a ver pocos cambios en este lugar. La fe de las personas que vienen a rezar, sigue intacta. Hacen girar los molinillos de oración mientras recitan sus mantras a la vez que van pasando las cuentas de su mala, el rosario budista. Para una perspectiva desde lo alto, subo a tomar un té a una de la múltiples cafeterías que rodean la estupa. Aquí si que detecto cambios. La cafetería tiene una decoración y espacio propios de occidente.
Me ubico en una mesa cercana a las ventanas para seguir el ambiente de la estupa. Un poco más allá, dos monjes budistas con sus túnicas anaranjadas están mirando su móvil mientras toman su consumición. Pienso que esta imagen hubiera sido impensable hace 25 años. Miro por la ventana, cada vez más fieles rezan dando vueltas a la estupa en sentido de las agujas del reloj. Empieza a caer el día.
Empieza a anochecer y me dirijo a la salida. Me han comentado que esta noche hay una celebración en Pashupatinath, uno de los templos hinduistas de Shiva más importante del mundo. ¡Allá voy!. Un tráfico imposible rompe la espiritualidad del lugar. Vuelvo al caos de Katmandú. Ruido, polvo y contaminación. Por los aires, cables eléctricos enredados sin orden ni concierto. Una moto que va y otra que viene, entre taxis, coches y carros. Katmandú tiene algo que enamora, engancha. Un lugar al que volver.