¿Y si estuviéramos delante de la pirámide del Louvre en París y en vez de fotografiarla, nos dedicamos a captar imágenes de las personas que rodean a este icono parisino?
Divertido ejercicio. Juego de observación. Otra perspectiva.
Una pirámide de cristal puede originar una cascada de emociones que cada persona vive a su manera. El mismo objeto, diferentes emociones.
¿Qué arquitecto diseñó la pirámide de cristal más famosa del mundo?. ¿Qué altura tiene?. ¿Con qué objetivo se diseñó?. No siempre importan las respuestas. Miles de turistas se fotografían con la pirámide todos los días, sin interesarse por sus detalles. Esto es un juego que se me ocurrió en mi último viaje a París. Era la enésima vez que estaba frente a la famosa pirámide de cristal y decidí focalizar mi atención en lo que sucedía alrededor de ELLA. Y esto es parte de lo que vi:




Hay una actividad frenética alrededor de esta construcción de cristal. Múltiples nacionalidades. Gente de todas las edades y condición. Diversidad. Pero un objetivo en común: llevarse a casa la mejor instantánea y perpetuar esa recuerdo en el tiempo. Las expectativas se alimentan con miles de tomas, infinidad de fotos.
Hace años hubiera hecho la pregunta : «¿Qué tal la pirámide del Louvre?» Y la respuesta podría haber sido:»No lo sé, no he visto las fotos todavía?». Ahora antes de que acabe la pregunta, la foto ya ha sido tomada, vista, enviada y colgada en las redes sociales. Ambos supuestos tienen un punto en común: la imagen prevalece sobre el momento vivido.
Mientras, un chico espera a alguien con un traje blanco y unas flores azules.