Oriente y Occidente se funden en el caos de la capital del Bósforo. Reclinada sobre el Mar de Mármara y el Cuerno de Oro, la ciudad se extiende en una confusión salpicada por sus casi mil ochocientas mezquitas, cuyos minaretes se levantan mirando al cielo. Un paseo por esta ciudad revela un movimiento permanente que avasalla y fascina. Bizancio, Constantinopla o Estambul, entre Oriente y Occidente.
A lo largo de los años he tenido la oportunidad de visitar la bella Estambul en cuatro ocasiones. Es una de esas ciudades a la que vuelvo sin importar cuántas veces. Me encanta pasear por sus barrios renunciando a cualquier itinerario y diluyéndome en su fluido vertiginoso. Un ajetreo exterior que contrasta con la quietud del interior de sus mezquitas. Fuera de las horas de plegaria, los templos acogen a creyentes y visitantes, que acuden en busca de oración o sosiego. Unos contrates que vivirás en una ciudad única.
Estambul es la ciudad de las mil y una caras. Para algunos ecléctica, para otros bulliciosa y para la mayoría vibrante. Una combinación sugerente de lo antiguo y lo moderno con veinticinco siglos de historia que han dejado un sinfín de huellas. Sin embargo, son cinco las postales de Estambul que atraen cada año a millones de turistas: Santa Sofía, la Mezquita Azul, el palacio de Topkapi, el Gran Bazar y la Torre Gálata. Cinco esenciales de Estambul.
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Tres en una: Bizancio, Constantinopla y Estambul
Originalmente fue fundada como Bizancio en el año 657 a.C. y renombrada como Constantinopla en honor al emperador romano Constantino I. Nos traslada a la época de los sultanes, palacios y fausto oriental tan idealizado en Occidente. Su ubicación estratégica en la encrucijada entre Europa y Asia, permitía el control del acceso al Mar Negro y Mediterráneo.
Esta posición le otorgaba una situación geopolítica única que la configuró en un centro de comercio y poder. Su importancia cultural y religiosa es notable ya que Constantinopla fue la capital del Imperio Romano de Oriente durante más de mil años y se convirtió en el centro del cristianismo ortodoxo. Un importante centro de arte, literatura y conocimiento.
En 1453, Constantinopla fue sitiada por el Imperio Otomano, dirigido por Mehmed II. Tras un asedio de varios meses, la ciudad cayó y pasó a llamarse Estambul, marcando el fin del Imperio Bizantino y el comienzo del periodo otomano. Muchos de los edificios históricos y mezquitas icónicas de la ciudad fueron construidos durante ese período. Hoy en día Estambul sigue siendo una ciudad vibrante y moderna que combina su legado histórico con una vida urbana dinámica. Es la urbe más poblada de Turquía -con más de 15 millones de habitantes- y sigue siendo un centro económico, cultural y turístico muy relevante.
El Bósforo entre Oriente y Occidente
A medio camino entre Oriente y Occidente, la antigua Constantinopla fue una parada imprescindible para los comerciantes que viajaban entre ambos lados del mundo. Esta histórica ciudad, fue también la puerta de entrada a la Ruta de la Seda que descubrí en un maravilloso viaje a Uzbekistan. Asia y Europa se acercan en Estambul y el Bósforo que separa ambos continentes y divide a la ciudad en dos.
No hay mayor deleite que navegar por el estrecho del Bósforo que conecta el Mar Negro al norte y el Mar de Mármara al sur
Navegar por el Bósforo son horas magníficas, el paisaje pasea ante los ojos y te va cautivando con palacios de sultanes como el Dolmabahçe, mezquitas como la de Ortaköy, mansiones de lujo al borde del mar y el vaivén de un sinfín de embarcaciones y gaviotas. Una auténtica delicia. Es un paseo que ningún visitante de Estambul debería perderse.
Santa Sofía, una joya arquitectónica
A pesar de que la más famosa es la Mezquita Azul, mi favorita es Santa Sofía (Hagia Sophia), obra maestra de la arquitectura bizantina. Con sus 1500 años de existencia, ha sido lugar de culto para cristianos ortodoxos, musulmanes y católicos, estando bajo el dominio de diferentes imperios y con distintas transformaciones que ha experimentado a lo largo de los siglos. Santa Sofía fue primero una basílica, luego mezquita, posteriormente museo y desde 2020 vuelve a ser mezquita por decisión del presidente Erdogan. Su exterior es majestuoso pero su interior es fascinante. Una joya de Estambul, entre Oriente y Occidente.
Levantada por el emperador Justiniano entre el 532 y 563, el prodigio de su cúpula gigantesca de más de 30 metros de diámetro tardó mil años en ser superado. En su interior, el lujo de sus mármoles, los granitos negros, los dorados labrados en unas filigranas imposibles y los hercúleos pilares que soportan la cúpula casi te avasallan por la enormidad del espacio.
Sin embargo, quizás os pase como a mí y lo que más os sobrecoja sea una presencia que no se ve pero se intuye entre los susurros de la luz filtrada y que se pierde entre los rumores de las voces y los pasos. Porque en Santa Sofía existe una revelación que se escucha en el vacío de los ecos.
Estambul y sus mezquitas
Enfrente de Santa Sofía, está la Sultan Ahmet Camii, conocida por la Mezquita Azul. ¿Por qué azul? Debido a los azulejos de cerámica de este color -llamados «iznik»- que decoran su interior. La mezquita construida entre 1609 y 1616 durante el reinado del sultán Ahmed I, es uno de los hitos más emblemáticos de Estambul. Se trata de la única en la ciudad con seis minaretes. Su armonía exterior y la elegancia y luminosidad azulada del interior, te dejarán un recuerdo inolvidable.
En este recorrido de Estambul, entre Oriente y Occidente, Santa Sofía y la mezquita Azul son el corazón del barrio de Sultanahmet -el barrio más turístico de Estambul y donde está la gran mayoría de los atractivos de la ciudad- En cada rincón, entre jardines se encuentran mausoleos de sultanes, fuentes y quioscos; hammams convertidos en tiendas de alfombras y palacios que albergan museos. Frente a la mezquita se alzaba el antiguo Hipódromo romano. Tres de sus obeliscos engalanan la plaza: el que Teodosio trajo de Egipto, la columna Serpentina y la de Constantino. Al otro lado de la Avenida Divan You -por donde transita el moderno tranvía- se puede pasear bajo el bosque de 246 columnas que sostienen la cisterna de Yerebatan, antiguo aljibe bizantino.
Turquía es uno de los pocos países islámicos que permiten el acceso de los no musulmanes al interior de sus mezquitas.
En las mezquitas, en el silencio plácido de la penumbra, sobre esas interminables alfombras que parecen amortiguar los pasos descalzos, siento que el mundo recupera parte del equilibrio extraviado
Son espacios reconfortantes, reductos veraniegos de frescura, donde la gente conversa de forma discreta, reza o dormita. Los hombres a un lado y las mujeres al otro. Ir tras el rastro de las mezquitas es una de las delicias turcas. La de Süleymaniye -la mezquita de Solimán El Magnífico– es una de las obras maestras del arquitecto Mimar Sinán, máximo exponente de la arquitectura clásica otomana. Domina el Cuerno de Oro y su silueta es visible desde casi toda la ciudad.
La Mezquita Nueva, Yeni Cami es una de las más conocidas de la ciudad, muy cerca del puente de Gálata junto al mercado de las Especias. Ya no es tan nueva porque ha cumplido más de 400 años y sus espectaculares bóvedas y dos minaretes presiden el horizonte.
Topkapi, el palacio de los sultanes
No muy lejos de la Mezquita Azul, preside el Bósforo sobre una colina el espectacular palacio de Topkapi que generaciones de sultanes agrandaron y embellecieron, tratándose de uno de los mayores palacios del mundo.
Durante siglos alimentó el imaginario occidental en torno a los misterios de Oriente. Sin duda, simboliza el poder que alcanzó Constantinopla como sede del Imperio Otomano. Desde él se tiene una espléndida vista del Bósforo, quizás la mejor de la ciudad, un motivo más para visitarlo.
Lujo, sensualidad y exotismo convergían en el harén y el hammam que ahora visitan legiones de turistas
Un lujo oriental, excesivo en ocasiones y siempre exagerado a ojos de un europeo. Me enamoré de los mosaicos exteriores de este palacio. El espectacular Palacio Topkapi (Topkapi Sarai), que ha sido la residencia de los sultanes otomanos durante cuatro siglos, alberga preciosos pabellones con auténticas reliquias desde obras de arte hasta manuscritos, joyas … El último sultán vivió hasta 1853 cuando decidió trasladar su residencia al recién construido y moderno Palacio de Dolmabahce. El primer presidente de la República de Turquía, Kemal Atatürk – considerado el padre de la nación- abolió el sultanato en 1922. Al igual que todos los imperios, el otomano desapareció, sin embargo Estambul sigue entre Oriente y Occidente.
Los bazares turcos
Bazares hay muchos en el mundo pero el de Estambul les gana en fama a todos. El Kapali Çarçi conocido como el Gran Bazar es probablemente uno de los mayores atractivos de la ciudad para el turista. Es difícil resistirse a no comprar nada y el regateo es obligatorio.
Los datos hablan por si solos: alberga cinco mezquitas, siete fuentes, dieciocho puertas, más de cuatro mil tiendas y 50 restaurantes y salones de té. Este universo cerrado donde el viajero puede practicar el placer (o no) del regateo. Joyas, marroquinería, artesanía popular, alfombras y todo tipo de confección son algunos de los productos de este templo consagrado al comercio. Objetos de un valor apabullante se exhiben junto a burdas imitaciones. Prepárate para que te inviten a un té turco, cómodamente sentado mientras te intentan vender «el producto de tu vida».
Si enfilas la calle Çadircilar, junto al Gran Bazar por una arcada a la derecha, entras en Sahaflar Çarsisi, uno de los más antiguos mercados de libros del mundo, donde siempre me gusta curiosear y he comprado interesantes hojas de manuscritos que posteriormente enmarco. Siguiendo por las calles en dirección al Cuerno de Oro, llegarás al cercano Misir Çarsisi o Bazar de las Especias. Hace años la población acudía para abastecerse de infusiones, legumbres, dulces o especias.
También llamado Bazar Egipcio porque desde Alejandría traían en naves el comino, azafrán, el clavo, la pimienta y el café
Una de mis anécdotas en Estambul precisamente fue en el Bazar de las Especias. A pesar del elevado precio, uno de mis acompañantes se obstinó en querer comprar caviar en una tienda especializada. Los vendedores demostraron ser muy hábiles: le dieron a probar caviar auténtico de una de las latas expuestas y bien custodiadas en una vitrina refrigerada, pero cuando volvió a su casa abrió la caja y ávido por deleitarse con este manjar de huevas de esturión, descubrió que era puro sucedáneo. Aquí tienes los 10 timos para turistas más comunes en Turquía
Las atalayas de Estambul
A la salida del Bazar de las Especias, ya junto al muelle de Eminönü, se percibe un olor diferente: el de fritanga. Las sardinas se fríen en barcas sobre el agua del Cuerno de oro y los estambulenses se las comen en bocadillos, mirando al mar.
Más allá del Cuerno de Oro, el brazo de mar que separa la ciudad de los barrios de Gálata y Pera (Beyoglu), empieza otra Estambul. Sobre el puente de Gálata siempre hay pescadores de caña. Restaurantes de pescado y cafés ocupan el piso inferior: sillones y divanes donde beber una cerveza o fumar el narguile frente al vaivén de barcos por el Bósforo.
Al cruzar el puente comienza la vieja Gálata: callejuelas empinadas donde se apretujan estrechos bloques de pisos y hace años, escaleras entre casas decrépitas
Hay algo que nunca dejo de hacer en mi visita a Estambul: contemplar la ciudad desde sus atalayas. Y ésta es la mejor, la Torre Gálata construida a modo de faro en el siglo VI por los genoveses, para divisar a las naves que se acercaban, amigas o enemigas. Ha sido utilizada de almacén, cárcel y hasta de observatorio astronómico.
Hace años se podía ascender sin necesidad de hacer cola pero en mi última estancia en la ciudad, me sorprendió el enorme gentío para subir a la torre. Cierto es que desde ella se obtiene una de las mejores vistas del casco antiguo de Estambul entre Oriente y Occidente. Al bajar de la Torre Gálata se inicia una ruta por la parte más nueva de la ciudad, recorriendo la comercial calle Istiklal Caddesi – con su famoso tranvía de color rojo- hasta la popular Plaza Taksim, punto mítico de celebraciones y manifestaciones.
También voy al café Pierre Loti, más arriba del cementerio de Eyüp, desde donde la luz dorada del atardecer se refleja sobre el Cuerno de Oro y las mezquitas de la vieja Constantinopla. Es un placer abarcar la ciudad dispersa por las orillas del Bósforo: Europa a un lado, Asia al otro, el mar de Mármara delante y Estambul entre Oriente y Occidente.
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Actividades en Estambul
La ciudad tiene una ingente oferta de actividades para gozar en tu viaje. Estas son algunas de ellas para disfrutar de Estambul:
Crucero por el Bósforo y el Cuerno de Oro
Crucero por el Bósforo al atardecer
Tour por las mezquitas de Estambul
Traslados privados en Estambul puerta a puerta
Crucero nocturno con cena y espectáculo
Tour por la parte asiática de Estambul
Espectáculo de música y danza tradicional
Visita guiada por el Estambul imprescindible
Espectáculo de los derviches giróvagos
Tour gastronómico por Estambul
Tour de los palacios y mezquitas de Estambul
Entrada al palacio de Topkapi sin colas