Este inabarcable mosaico que se llama Brasil, lo tiene todo para seducir a la cámara. Magníficas playas, ciudades llenas de color, música y joyas naturales. La nación tropical más grande del mundo es un destino que requiere varias vidas para conocerlo. Vamos a empezar por la icónica Río de Janeiro, una ciudad única con uno de los parajes naturales mas bellos formado por las islas graníticas de la bahía de Guanabara. Famosa por su carnaval, eternas playas, su Cristo Redentor y Pan de Azúcar, los cariocas han hecho del disfrute de la vida un arte. ¡Bienvenidos a estos 15 imprescindibles en Río de Janeiro!

Gran parte de Río de Janeiro se urbanizó en la década de los 70, cuando la moda era construir bloques de pisos monstruosos. En cualquier otra ciudad del mundo el daño sería irreparable, pero la belleza de Río parece ser inmune a todo tipo de ultrajes: favelas trepando por morros y colinas, calzadas que envejecen sin que nadie las repare, fachadas desvencijadas en el centro histórico … Tanto da. Por más que la maltraten, Río de Janeiro siempre tendrá adeptos y a la madre naturaleza de su parte. Ubicada en el sureste del país, es la segunda ciudad más poblada con más de 6 millones de habitantes y la más conocida a nivel internacional.

Contenido
Un poco de contexto histórico
Aunque fueron los franceses los que fundaron la ciudad en 1522, fue la expedición de Américo Vespucio la que bautizó el enclave. Lo llamaron “Río” porque creyeron que sólo la desembocadura de un curso fluvial era capaz de semejante entramado de colinas emergiendo de las aguas. Y “de Janeiro”, porque fue avistada el 1 de enero (janeiro en portugués) de 1502. Vespucio y los suyos se equivocaron. El nuevo paraíso tropical no era la boca de un río, sino una impresionante bahía.

Río de Janeiro fue la capital del Imperio portugués entre 1808 y 1822 y, más tarde, la capital de Brasil desde 1822, cuando la nación declaró su independencia de Portugal. Conservó la capitalidad hasta la inauguración de Brasilia, en 1960, una ciudad moderna concebida por el famoso arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.
Volando sobre Río de Janeiro

Río de Janeiro siempre me había parecido una ciudad de película, pero verla desde el aire fue como entrar en otra dimensión. El helicóptero despegó desde el helipuerto de la Lagoa Rodrigo de Freitas con un suave impulso, y en cuestión de segundos la ciudad se desplegó ante mis ojos como un mapa vivo: las montañas cubiertas de verde, el azul intenso del Atlántico y los rascacielos que parecían brillar bajo el sol. El helicóptero siguió la línea de la costa y pasamos sobre Copacabana, con su famosa curva de arena dorada, y luego Ipanema. Mas adelante, el Pan de Azúcar se alzó majestuoso, un gigante de granito que parecía querer tocar el cielo.


Atisbé a lo lejos el famoso Cristo Redentor, imponente en lo alto del Corcovado. Desde esa altura, parecía bendecir no solo la ciudad, sino también a quienes la contemplábamos con asombro desde el aire. El piloto hizo una pequeña maniobra para que pudiéramos admirarlo de frente, y por un momento, el silencio dentro del helicóptero fue total, sólo el sonido de las hélices y la respiración contenida de los pasajeros. Desde arriba, Río se veía como una mezcla perfecta entre la selva urbana y el océano, las favelas que trepan por las colinas y los modernos edificios que bordean la playa.

El vuelo duró apenas 30 minutos, pero fue suficiente para grabar en la memoria una imagen que ninguna foto puede igualar. Cuando aterrizamos, tenía la sensación de haber visto el alma de la ciudad, un Río de Janeiro que sólo se revela desde el cielo. ¡Absolutamente recomendable!
Vida carioca en Copacabana e Ipanema
Raro es el carioca que no practica algún deporte al aire libre: remo en el lago, surf en el mar, fútbol y voleibol en la playa. Bicicleta, running o skate en las ciclovías. Los fines de semana la ciudad entera se convierte en un gimnasio en el que la playa es la instalación principal y el escaparate donde uno va a ver y dejarse ver. Copacabana, Ipanema o la playa de Leblon concentran a los amigos, familiares o conocidos y se acomodan en la arena mientras practican algún deporte.
Un goteo constante de vendedores ofrecen maíz, palitos de queijo coalho (queso asado con orégano) y agua de coco. Caipirinhas refrescantes o jugos tropicales. Comida y bebida en mano, puedes ver tonos de piel de mil y un marrones diferentes, cuerpos esculturales y otros no tanto, así como corrillos de amigas o amigos charlando animadamente. También podrás ver muchos pareos y pocas toallas. Muchos tangas pero ni un topless. Todo en las playas de Río de Janeiro.

¿Y qué hay de la famosa Copacabana? La avenida Atlántica que recorre su orilla es un vago reflejo de lo que fue. Sólo el lujoso hotel Copacabana Palace nos da algún indicio de cómo debía ser aquella playa que durante la primera mitad del siglo XX fue el destino predilecto de millonarios de todo el mundo. Ahora son otros tiempos pero sigue conservando su magia.

¿Y la “Garota de Ipanema”? La muchacha que inspiró la famosa canción compuesta en los 60 por Vinícius de Moraes, se convirtió en una musa inspiradora internacional. Pocas playas en el mundo, logran capturar tanto la esencia de una ciudad como Ipanema lo hace con Río de Janeiro. Con su arena dorada, el Atlántico azul intenso y el telón de fondo del Morro Dois Irmãos, esta playa no es solo un lugar para tomar el sol: es un punto de encuentro cultural, social y artístico. El ambiente cambia a lo largo de la playa según los famosos “postos” (puestos de salvavidas). El Posto 9 es el más animado, frecuentado por jóvenes, artistas y turistas. Posto 8 tiene un ambiente más diverso e inclusivo. Posto 10 y 11 suelen ser más familiares y tranquilos.

Pan de Azúcar: el mirador más icónico de Río
Pocas vistas en el mundo son tan reconocibles como la que ofrece el Pan de Azúcar (Pão de Açúcar), el “morro” más famoso de la ciudad. Ese macizo de granito que se eleva 396 metros sobre el nivel del mar y enmarca la bahía de Guanabara con una majestuosidad única. Subirlo es casi una experiencia obligada para cualquiera que visite Río de Janeiro.


El punto de partida es el barrio de Urca, una zona tranquila y encantadora que contrasta con el bullicio del resto de la ciudad. Desde ahí parte el famoso teleférico “Bondinho do Pão de Açúcar”, que realiza dos tramos: de Praia Vermelha al Morro da Urca y se realiza una primera parada con miradores, cafeterías y áreas dedescanso. El segundo tramo del Morro da Urca al Pan de Azúcar propiamente dicho, donde las vistas se vuelven realmente impresionantes. El trayecto dura solo unos minutos, pero las panorámicas del Cristo Redentor, Copacabana y el océano Atlántico son maravillosas.

Sin duda, el mejor momento para subir es al atardecer. La luz dorada del sol cayendo sobre la ciudad, el mar tornándose rosado y el Cristo iluminándose a lo lejos, crean una escena inolvidable y muy fotogénica.
Consejos útiles:
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Entradas: se compran online o directamente en la base del teleférico. La entrada estándar cuesta 185 reales, unos 30€
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Horario: abierto todos los días desde las 8:00 a.m. hasta las 9:00 p.m.
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Ropa y calzado: cómodo, y no olvides protector solar si hace un día soleado.
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Extra: si te gusta la aventura, hay rutas de escalada hasta el Pan de Azúcar para los más atrevidos.
El Cristo Redentor del Corcovado

En lo alto del cerro del Corcovado, a 710 metros sobre el nivel del mar, se alza una de las maravillas más icónicas del mundo: el Cristo Redentor. Con sus brazos abiertos sobre la ciudad de Río de Janeiro, esta monumental estatua parece abrazar tanto a los cariocas como a los visitantes que llegan desde todos los rincones del planeta.

Construido entre 1922 y 1931, el Cristo Redentor mide 38 metros de altura (incluyendo su pedestal) y fue esculpido en piedra jabón, un material que le da ese brillo suave y casi celestial. Desde su mirador se puede disfrutar de una de las vistas más impresionantes del mundo: la bahía de Guanabara, el Pan de Azúcar, las playas de Copacabana e Ipanema, y el verdor del Parque Nacional de Tijuca.


Subir al Corcovado es una experiencia que combina naturaleza, historia y espiritualidad. Puedes llegar en el tren del Corcovado, que serpentea entre la selva tropical, o en vans oficiales que parten desde distintos puntos de la ciudad. Una vez arriba, el silencio y la inmensidad del paisaje te invitan a reflexionar, a respirar y a entender por qué este lugar fue elegido como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno. Aunque hay quien cree que no se merece tan notable reconocimiento. Ya sea que busques una foto inolvidable, un momento de paz o simplemente la mejor panorámica de Río, el Cristo Redentor es una parada obligatoria. No hay viaje completo a Brasil sin mirar a la ciudad desde sus brazos abiertos.



Visitar la favela Rocinha

Recordé mi experiencia en Colombia en la Columna 13 de Medellín que me encantó y decidimos hacer la visita. Rocinha está situada en una ladera entre los barrios ricos de São Conrado y Gávea, con vistas a las playas de Ipanema y Copacabana. Su censo oficial es de unas 70.000 personas pero se cree que llega a superar los 200.000 habitantes. Rocinha es una ciudad dentro de la ciudad. Hospital, escuelas, farmacias, tiendas, supermercados, hospedajes, restaurantes …

Desde lo alto, Rocinha es una marea de colores que se extiende por la colina. Caótica, viva e intensa. Su historia se remonta a los años 30 cuando llegaron a Río los primeros migrantes buscando una vida mejor. Empezó como un asentamiento informal y con el tiempo se transformó en una de las favelas más grandes de Brasil. Caminar por sus calles es entrar a un mundo que desafía cualquier prejuicio. Te imaginas pobreza, violencia y peligro. Sin embargo encontramos música, vida y vecinos que saludan. Cierto es que los servicios básicos de agua y luz son precarios. No siempre disponen de agua potable y se conectan a la electricidad de forma ilegal. Hay basura en las calles y los cables eléctricos cuelgan por doquier.

Un grupo local de música muy joven, nos recibió a ritmo brasileño. “Ellos han actuado en diferentes ciudades europeas”, nos explicó el guía. Un ritmo y alegría contagiosos en este rincón del mundo controlado por narcotraficantes y del que nadie espera nada.

La singular Catedral de Río de Janeiro
Su nombre completo es Catedral Metropolitana de San Sebastian de Río de Janeiro. Sin duda la catedral más original que he visto en mi vida. Está inspirada en una pirámide maya con una base circular, una altura de 75 metros y un diámetro interior de 96 metros. Tiene una capacidad de aproximadamente 20.000 personas de pie. Nada tiene que ver su exterior con el interior. Cuando entras te sorprenden cuatro vitrales monumentales que se cruzan en la parte superior formando una cruz. Ciertamente sorprendente.

Real Gabinete Portugués de lectura: un templo de luz y palabras
En el corazón de Río de Janeiro se alza el Real Gabinete Portugués de Lectura, un santuario del conocimiento que parece detenido en el tiempo. Al cruzar sus puertas, el bullicio de la ciudad se disuelve y da paso a un silencio reverente, donde cada estante murmura historias traídas desde ultramar. Sus muros neogóticos se elevan como una catedral consagrada a la palabra escrita. La luz, filtrada a través de los vitrales coloridos, cae sobre miles de volúmenes encuadernados en cuero, tiñendo el aire de dorado y azul. Cada rayo de sol que atraviesa las vidrieras parece despertar los siglos de sabiduría guardados en sus páginas.

En este recinto, el pasado de Portugal y el alma de Brasil se abrazan. Los retratos de poetas y navegantes observan desde lo alto, testigos de una época en que los libros eran brújulas del mundo. Sentarse bajo su cúpula ornamentada es sentirse pequeño ante la inmensidad del pensamiento humano. La institución fue fundada en 1837 por un grupo de inmigrantes portugueses, refugiados políticos, para promover la cultura entre la comunidad portuguesa en la entonces capital del Imperio de Brasil.

Abierta al público desde 1900, la biblioteca del Gabinete Real tiene la mayor colección de obras lusofonas (donde el portugués es la lengua propia) fuera de Portugal con un total de unos 350.000 ejemplares. Una auténtica joya que, por el momento, es gratuita y poco visitada. Desconocía su existencia. Si volviera a Brasil en unos años, estoy convencida de que este lugar requerirá reserva, habrá que pagar para visitarlo y estará lleno de turistas.

Escalera de Selarón
¿Qué hacen 215 escalones decorados con más de 3.000 azulejos de cerámica de todos los colores y rincones del mundo? Es la famosa escalera de Selarón que debe su nombre al artista chileno Jorge Selarón y conecta los barrios de Lapa y Santa Teresa. El artista quiso hacer un tributo a su país de acogida recubriendo primero los escalones con azulejos de los colores de la bandera de Brasil, amarillo, verde y azul. Posteriormente se fue ampliando con azulejos donados de todo el mundo y hoy es un lugar frecuentado por los turistas. La escalera también fue testigo en 2013 de la muerte del artista: su cuerpo sin vida se encontró sobre los últimos escalones.

Saborear una caipirinha en la playa
No puedes irte de Río sin probar la bebida nacional: la caipirinha. Disfruta de este clásico cóctel brasileño a base de cachaça, lima y azúcar ya sea en un bar o en la playa. El precio varía según el lugar y puede ir desde los 15 a 50 reales. Una opción muy popular es beberla en la playa de Copacabana, hay chiringuitos a lo largo de todo el paseo y puestos en donde te preparan una caipirinha inolvidable.
¡Vamos al Sambódromo!
Río de Janeiro significa Carnaval en mayúsculas. La fiesta más famosa del mundo que llega cada año entre febrero y marzo. El Sambódromo acoge los espectaculares desfiles de las escuelas de samba que compiten entre sí y que congregan a más de 80.000 personas entusiasmadas con esta apoteosis de ritmo y baile. El Carnaval es sinónimo de Río. Si eres una de esas personas con suerte y visitas esta ciudad durante el Carnaval, estarás en el lugar correcto y momento oportuno.

Nosotros tuvimos que conformarnos con otear el Sambódromo despojado de confeti, plumas y enormes carrozas abarrotadas de esculturales bailarinas y bailarines que se mueven sin cesar a ritmo de samba y que van escoltados por más de trescientas comparsas de percusión. Ésta es la imagen más famosa del frenético Carnaval de Río de Janeiro.

Esta larga avenida de unos 550 metros, diseñada por Oscar Niemeyer (¡cómo no!) se inaguró en los años 80 del siglo XX. Los precios de las gradas llegan a alcanzar cifras astronómicas, pero todo sea por tener la mejor ubicación para presenciar el espectáculo. Desde el 2021, el Sambódromo fue declarado patrimonio cultural por el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional.
El mítico estadio Maracaná
Dos de los emblemas de Brasil son el Carnaval y el fútbol que es el deporte rey en el país y más en Río donde se encuentra el mítico estadio de Maracaná. Para muchos niños de las favelas, la práctica de este deporte alimenta el sueño de escapar de la pobreza de sus barrios.

Llegó a ser el estadio más grande del mundo tras su inauguración en 1950 con una capacidad de casi 200.000 personas. Sesenta y cuatro años después del Mundial de fútbol de 1950, volvió a albergar la máxima cita futbolística siendo el escenario de siete partidos en la Copa del Mundo de Brasil 2014. Asimismo, albergó la ceremonia de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016. Los equipos que juegan en el Maracaná son el Flamengo, el Fluminense, el Botafogo y el Vasco de Gama, los cuatro clubes más importantes de Río de Janeiro.
Café Colombo: un viaje en el tiempo


En pleno centro de Río de Janeiro, entre el bullicio de la ciudad, se abre una puerta al pasado: el Café de Colombo, una joya que desde 1894 conserva el espíritu de la Belle Époque carioca. Cuando cruzas su entrada es como atravesar un portal hacia la historia, donde el aroma del café se mezcla con el brillo del mármol, los espejos y las vitrinas de madera tallada. Fundado por inmigrantes portugueses, el Colombo fue testigo de conversaciones literarias, debates intelectuales y romances furtivos de otra época. Hoy sigue siendo un refugio para los que buscan un instante para contemplar la elegancia de otro tiempo y, por supuesto, un punto de encuentro de turistas.

Pide un café expreso, un chocolate o un pastel de nata y siéntate en el salón superior. Escucha el murmullo y deja que la historia te envuelva. Hay lugares donde el tiempo se detiene y éste es uno de ellos. Café Colombo es un homenaje a la memoria de esta ciudad, a su arte, su gente. Uno de los 15 imprescindibles en Río de Janeiro.
Museo de Amanha: Calatrava en Río
En la renovada zona portuaria de Río de Janeiro, frente a la bahía de Guanabara, se levanta una estructura blanca que parece flotar en el agua, el Museu do Amanha (Museo del Mañana) obra del arquitecto español Santiago Calatrava.

Su silueta está inspirada en el movimiento de las alas de un ave o en las formas orgánicas de una flor, con Calatrava siempre hay múltiples interpretaciones… Sus exposiciones combinan ciencia, arte y tecnología. No tuve tiempo de visitarlo, pero en sus salas puedes encontrar exposiciones del origen del universo hasta el presente, acompañadas por proyecciones envolventes. Un lugar para soñar, cuestionar y creer que un futuro mejor es posible si empezamos a construirlo hoy.


Iglesia de San Francisco: el oro y el silencio
Entre las calles antiguas del centro histórico de Río de Janeiro, con el eco de los siglos, se alza una joya oculta: la Iglesia de San Francisco de la Penitencia. Desde fuera, su fachada sencilla parece pasar desapercibida entre los edificios modernos. Sin embargo, basta cruzar sus puertas para descubrir un universo de luz dorada y arte barroco que te sorprenderán.

Construida en el siglo XVIII, esta iglesia es testimonio del esplendor colonial brasileño. Su interior está cubierto de tallas de madera recubiertas de oro con un trabajo minucioso realizado por manos anónimas durante décadas. El techo es una obra maestra del barroco pintado por Caetano da Costa Coelho. Cuando estás en su interior, parece que la voz del pasado aún susurra en su dorados altares en medio del caos de Río de Janeiro.

Probar unas coxinhas
No supe de la existencia de esta especialidad brasileña hasta que cayó en mis manos una serie en la que un chef se hace famoso por lanzar a la alta cocina estos típicos snacks brasileños. Desde entonces tuve la curiosidad de probar una coxinha, un clásico de la gastronomía brasileña que viene a ser una croqueta de las nuestras. Pequeña, dorada y con forma de lágrima, esta delicia carioca es un aperitivo esencial en su vida cotidiana. Nacieron de la creatividad popular, cuando alguien decidió envolver el pollo desmenuzado con masa suave y freírlo hasta lograr una textura característica.

Desde entonces se convirtieron en un símbolo del sabor cotidiano de Brasil, presente en panaderías, bares, restaurantes y puestos callejeros. Existen mil versiones (de queso, camarón, carne…) pero la esencia es la misma, una mezcla de cariño, sabor y alegría que define la cocina brasileña.

Y hasta aquí 15 imprescindibles en Río de Janeiro, una ciudad única e irrepetible. Mucho más que paisajes y bellezas naturales. No hay otra ciudad en el mundo que encarne mejor la filosofía de vivir la vida. Una ciudad que resulta mucho menos amenazadora de la fama que la acompaña y que palpita con fuerza. ¡Volveremos a Río de Janeiro en Carnaval!, una experiencia para vivir una vez en la vida, como cuando fui al Carnaval de Venecia. Inolvidable.
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