Ha sido mi tercer viaje al país de los dioses del Olimpo y, sin duda, el mejor. El encanto de los viajes improvisados es que, cuando te quieres dar cuenta, ya estás disfrutando del país elegido. Un almuerzo en Madrid, un breve «brainstorming» y surgió la idea de un viaje de cuatro amigas a Grecia en el mes de enero. Podría parecer un mes poco propicio, todo lo contrario. El país griego nos ha regalado una experiencia espléndida con un tiempo magnífico. Grecia en invierno con buena compañía ha sido una inmejorable manera de arrancar el 2025. Sin embargo, viajar al país heleno no siempre fue para mi tan gratificante…

Contenido
Atenas en la década de los 80
Aterricé por primera vez en Atenas cuando era joven y viajera inexperta, allá por los inicios de los 80. En pleno verano y mucho antes del estallido de internet, las redes sociales y el cambio climático. Encontré una ciudad muy contaminada, en aquella época considerada la capital con mayor polución de Europa. Atenas era sucia, casposa y fea y con una canícula en pleno agosto difícil de soportar. Las vistas desde la Acrópolis eran prácticamente inexistentes y todo estaba cubierto de nefos, el esmog de Atenas, unos humos tóxicos que cubren el cielo de la ciudad, principalmente en los días sin viento.

Las inquietudes acerca del nefos preocuparon en los medios de comunicación y los debates políticos y científicos a lo largo de toda la década. Un número relevante de organizaciones medioambientales apareció y casi todos los partidos políticos aceptaron el hecho que esa contaminación ambiental representase un problema importante. El nefos, en trágica combinación con olas de calor, mató en el verano de 1987 a más de 1.000 personas en el área de Atenas, donde se concentra más del 40% de la población total de Grecia.
Para desgracia de la ministra de Cultura de la época, Melina Mercuri -actriz, cantante, activista y política muy querida por los griegos- los mármoles del Partenón, que tan insistentemente ha reclamado Grecia al Reino Unido, desafortunadamente se encontraban mejor protegidos en el Museo Británico de Londres que en la colina de la Acrópolis. Las cariátides del templo Erecteion hace tiempo que tuvieron que refugiarse bajo techo para evitar una destrucción que el paso de muchos siglos apenas había causado mella. Hoy lucen lustrosas y elegantes en el moderno y espectacular Museo de la Acrópolis, visita obligada en la ciudad.

En los años 80 Atenas estaba enferma y fue un testarudo alcalde de 48 años, Miltiades Evert, elegido en octubre de 1986 y conocido como la apisonadora, quien estaba decidido a curarla con el horizonte de la eventual celebración de los Juegos Olímpicos de 1996. Finalmente se celebraron en Atlanta y no fue hasta 2004 que Atenas volvió a ser sede olímpica. Desde entonces, la capital ha sido gobernada por una decena de alcaldes más, se ha construido el metro en la ciudad y se han deslocalizado industrias fuera del área metropolitana, convirtiendo Atenas en una ciudad de servicios. El tráfico rodado ha sido regulado y El Pireo cubre las necesidades de toda la zona del Mediterráneo oriental. Atenas ya no está enferma aunque sigue apareciendo muy arriba en los rankings de las principales ciudades de Europa con el aire más contaminado.
Mi segundo viaje a Grecia
En septiembre del 2019, meses antes de la pandemia, volví a Grecia acompañada de mi hija. Un viaje en crucero desde Roma hasta Atenas, visitando las maravillosas Santorini y Mikonos en el Mar Egeo. Un sol que inundaba las islas griegas y que se prolongó hasta Atenas, nos permitió disfrutar de esa luz mediterránea que tanto apreciamos los que vivimos junto a este mar.

Septiembre es un buen mes para viajar a Grecia y ofrece varias ventajas. El tiempo es favorable, todavía el día es largo, no está tan atiborrado de turismo como en la temporada alta y los precios comienzan a descender. En mi segunda visita a Atenas -fugaz como todas las que se hacen en las escalas de los cruceros- observé una ciudad que nada tenía que ver con aquella de los años 80. Menos sucia, luminosa y alegre.


Subimos a la Acrópolis entre las frenéticas masas de turistas, pero el espectáculo compensa todas las incomodidades: la elevación nos permitió una visión limpia de un horizonte inusualmente sin calimas. En una panorámica de gran angular, Atenas se nos mostró como una gran mancha blanca toda bañada de luz, presidida por el monte Licabeto (en griego Λυκαβηττός, «Lykavittós») cuya cumbre está a 227 metros de altitud. Dicen que las mejores vistas de la ciudad y su Acrópolis se obtienen desde este monte, si la contaminación lo permite.

Después de recrearnos con el Partenón -rodeado de andamios y grúas- y otros templos de la colina sagrada, seguimos nuestra visita por Atenas. Subidas en el autobús, observo a un chico que tengo delante, tatuado hasta el tuétano y aislado con sus auriculares. Se persigna con gesto rápido al pasar por delante de una iglesia. Entonces sonríe el pope ortodoxo, con el cabello largo terminado en cola, embutido en una sotana descolorida. Me lo imagino dentro del iconostasio oficiando de espaldas al público, mientras quema incienso. Una imagen muy costumbrista de las iglesias ortodoxas griegas. Llegamos al barrio de Plaka, el barrio más antiguo de Atenas, y una de las zonas más atractivas y animadas de la ciudad. Tiendas, terrazas, tabernas y mucho bullicio.
Mi tercer viaje a Grecia
Estamos en los inicios de 2025. Después de una breve y gozosa estancia en Creta, aterrizamos en Atenas, en un soleado día de invierno del primer mes del año. Pongo los pies en esta milenaria ciudad por tercera vez en mi vida y no será la última, disponemos de dos días y dos noches antes de iniciar nuestro recorrido por el Peloponeso y Grecia continental. El viaje finalizará de nuevo aquí, en la capital helena.

Recordemos que este es un viaje a Grecia en invierno con buena compañía. Con el subidón de Creta encaramos nuestro primer día juntas en Atenas y empezamos, como no, por Plaka, el barrio mas antiguo de la ciudad. Visitamos una joya bizantina, auténtica maravilla histórica y arquitectónica, la Iglesia Panagia Kapnikarea en el corazón del barrio. Construida en el siglo XI, cuando Atenas era aún la ciudad mas importante del Imperio Bizantino, su larga historia la convierte en una de las iglesias más antiguas de la capital griega. Sus puertas están abiertas gratuitamente a los transeúntes que llegan hasta aquí. El interior es una maravilla y se pueden fotografiar sus mosaicos y pinturas. Las reducidas dimensiones hacen que no pueda ser iluminada con candelabros grandes, utilizando los estilizados y finos candelabros típicos de las iglesias ortodoxas.

Es hora de almorzar y casi por casualidad nos encontramos frente a uno de los restaurantes más famoso y antiguo de Plaka, el Oaváons Alsupás en una encantadora plaza llena de mesas en donde decidimos sentarnos. Aquí puedes degustar los típicos platos griegos como la tradicional ensalada griega, souvlaki de cerdo y gyros -mi favorito- con salsa tzatziki, que me recomendó el estudiante de Erasmus sentado a mi derecha en el vuelo Madrid-Atenas.

O la musakka, conocida por todos, que es la versión de la lasaña italiana al estilo griego, con la diferencia de que aquí se cambian las láminas de pasta por berenjenas. En fin, un festival gastronómico del que es difícil mantenerse ajeno. Comemos de maravilla y barato. Mención especial merece el yogur griego. Exquisito. Nada que ver con los que hayas comido hasta el momento y superior al que ya probé en Turquía. Lo he comido durante todo el viaje, prácticamente cada día. En algunos lugares su aspecto parecía nata en vez de yogur.

Nos vamos hacia el arco de Adriano junto al que tenemos el punto de encuentro para realizar un tour hasta Cabo Sunion, localizado a 65 km al sureste de Atenas. Allí nos esperan los restos del Templo de Poseidón y dicen que la mejor puesta de sol del Egeo.

Constatado. Cabo Sunion y su puesta de sol son magníficos. A nuestro regreso, y aprovechando que el hotel Amalia está a escasos metros de la Plaza Sintagma, nos acercamos ya de noche al Parlamento griego para observar el cambio de guardia que tiene lugar cada hora. Acabamos el día en el prestigioso Hotel Grande Bretagne, también en Sintagma, compartiendo un ouzo, el licor anisado griego de sabor dulce que optamos por llamarlo «palomita» por su similitud a la conocida bebida de anís seco y agua.

Hoy es nuestro segundo día en Atenas y mi tercera vez en la Acrópolis. Helena la guía, muestra su solvencia desde el primer minuto. Será un placer tenerla en esta segunda parte de nuestro viaje a Grecia. Hace algo mas de cinco años que estuve aquí y me dispongo a disfrutar de estas joyas arqueológicas con la misma ilusión que la primera vez.

Los templos de la Acrópolis han maravillado al mundo durante siglos y han dejado constancia de la Edad de Oro de la capital ateniense. Nos reciben los Propileos, un monumental vestíbulo construido por el arquitecto Mnesicles, quien combinó en él por vez primera columnas de estilos distintos, dórico y jónico. Junto a los Propileos, asomado a la ciudad desde un saliente, queda el pequeño y exquisito templo de la diosa Atenea Niké creado en el siglo V a.C. para conmemorar el triunfo de los atenienses sobre los persas.
Con todos ustedes, el Partenón
Nos recibe el famosísimo e imponente Partenón (438 a.C.) el mayor templo de su época y también el monumento que mejor encarna la gloria que vivió la Grecia clásica. Tardó quince años en construirse, todo en mármol, a excepción del techo de madera, y tenía los frisos y frontones coloreados. Consagrado a la protectora de Atenas, Atenea Pártenos, es el templo griego más conocido del mundo y uno de los símbolos de Atenas y Grecia y hasta aparece en el logotipo de Patrimonio de la Humanidad. Por supuesto, El Partenón, fue declarado el 11 de septiembre de 1987 por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
En el siglo VI d.C., el Partenón se convierte en una iglesia cristiana. Después de la conquista otomana, se convierte en una mezquita a inicios de la década de 1460, con su minarete incluido. El 26 de septiembre de 1687, un depósito de munición turco en el interior del edificio estalla a causa de un bombardeo veneciano. Y me pregunto, ¿a quién se le ocurre utilizar el Partenón como almacén de munición? La explosión resultante dañó severamente el conjunto y sus esculturas. Y ahora viene el origen del expolio británico…
En 1806, el escocés y noble Thomas Bruce, conde de Elgin y embajador inglés en Constantinopla, consiguió algunas de las esculturas sobrevivientes, con el visto bueno de los otomanos, y se cree que causando daños a otros elementos durante la extracción de las mismas. Se llamaron los Mármoles de Elgin y con gran dificultad y elevado coste las trasladó a Londres. Cuando tuvo apuros financieros, las vendió al gobierno en 1816, por una cantidad irrisoria y that’s all! Allí están desde entonces. Nuestra guía Helena nos recuerda en varias ocasiones las piezas que obran en poder de los ingleses, según ella muchas más de las que están en suelo heleno y sobretodo las piezas mejor conservadas.
Museo de la Acrópolis
El broche de oro a la colina sagrada es la visita al moderno Museo de la Acrópolis, construido a unos 300 metros al sur del Partenón e inaugurado en 2009. Todavía no había tenido la oportunidad de visitarlo y es una maravilla. Uno de los objetivos del museo es la recuperación de los mármoles que fueron tomados del Partenón en 1802 por Lord Elgin y que posee el Museo Británico. A modo de recordatorio, las piezas originales de mármol se exponen junto a las piezas en escayola, cuyos originales se exponen en Londres. Es un sistema muy gráfico de constatar el volumen del expolio.

El museo se compone de tres plantas. Desde la entrada, se asciende a la primera planta en una leve pendiente que recuerda la subida a la acrópolis. La planta superior está descentrada con respecto al resto del edificio puesto que, destinada a albergar todos los elementos artísticos vinculados al Partenón, se ha diseñado de tal manera que esté directamente alineada con este templo. Una idea brillante. La planta superior está acristalada, lo que permite un mayor aprovechamiento de la luz natural, así como poder observar directamente el Partenón desde este espacio. Otra idea brillante.

El museo contiene los frisos y las cariátides originales del Erecteion. Excepto una que se encuentra en el Museo Británico. Siempre me han fascinado las cariátides de este templo. Tan bellas, esbeltas y elegantes. Así lucen en una de las salas del Museo de la Acrópolis, al resguardo de la contaminación ambiental que hizo estragos en ellas.

Es hora de almorzar y Helena nos recomienda un restaurante de pescado junto a la Catedral de Atenas. Después de una buena sobremesa nos encaminamos al barrio de Plaka a uno de los cafés con más sabor de la ciudad, el Melina, dedicado a Melina Mercuri. Su sonrisa aparece por todas las paredes de este encantador y pequeño local. Disfrutamos de una sabrosa conversación siendo uno de los momentos especiales del viaje. Estoy segura que mis compañeras comparten esta opinión.

Nos vamos felices a dormir después de estos dos días en Atenas tan bien aprovechados. Mañana partimos hacia el Peloponeso.
Recorrido por Grecia continental
Antes de volver a Atenas, viajamos por el Peloponeso, la península más meridional de Grecia. Bañada por el Mar Jónico y el Egeo y unida al continente por el canal de Corinto. Viajar a Grecia es tener barra libre de Patrimonios de la Humanidad. Alberga históricos lugares como Epidauro, Micenas y Olimpia, la cuna de los Juegos donde aún se enciende la llama olímpica. Asimismo, conocimos dos adicionales Patrimonios de la Humanidad por la UNESCO: Delfos y su espectacular ubicación y la mágica Meteora, con sus monasterios suspendidos en los aires en la llanura de Tesalia, al norte de Grecia. Todo ello un espectáculo para los sentidos.




Meteora, un lugar único
Hay lugares bonitos, otros mágicos y después está Meteora. Subir por escaleras talladas en imponentes pilares de roca para llegar a magníficos monasterios del siglo XIV es toda una experiencia. Esta joya de Grecia me ha robado el corazón. Porque esta sierra de peñascos de hasta 500 metros de caída libre que parecen haber sido colocados por capricho de cualquier dios maniático de la mitología griega, parece de otro mundo.

Su origen se sitúa hacia finales del siglo XI cuando algunos monjes ascetas subieron hasta las cuevas y las grietas de las grandes rocas para meditar y llevar una vida contemplativa. Aquellas sencillas cuevas y habitáculos colgados del abismo se fueron convirtiendo en grandes y pequeños monasterios literalmente anclados a las paredes verticales de las grandes rocas. Llegar hasta aquí no era cuestión baladí, había que ponerse a buen recaudo del avance de los turcos por la región tras el colapso del Imperio Bizantino.

En las alturas de Meteora se construyeron hasta 24 grandes monasterios. Hoy siguen en uso seis y nosotras visitamos dos, Varlaám y el Monasterio de San Esteban. Me prometo a mí misma volver a este lugar para poder visitarlo con más tiempo y tranquilidad. Creo que hay lugares en el mundo que merecen más de un viaje.

Final del viaje en Atenas
Y ahora sí, de nuevo en Atenas después de haber recorrido el país durante 10 días. Estamos felices. Grecia en invierno con buena compañía ha sido un regalo. Aprovechamos nuestro último día en la capital griega para presenciar el cambio de guardia a las 11h con más soldados y banda musical, tiene lugar cada domingo.

Nos acercamos a los pies de la Acrópolis para visitar el Ágora Antigua (siglo VI a.C) y el Ágora Romana, ambas bien conservadas, cuyos mármoles lucen espléndidos sobre un cielo azul cobalto que nos regala Atenas en nuestro último día. Un obsequio más de los muchos que hemos recibido en este viaje. Finalizamos nuestra estancia con visitas al Museo Arqueológico Nacional y Museo Benaki, ambas recomendaciones de Helena e imperdibles si visitas la capital.



Dedico este artículo a Carmen, Amparo y Chus, amigas y compañeras de viaje. Ha sido un placer visitar Grecia en invierno en su compañía. ¡Y el 2025 acaba de empezar!
¡A por un año viajero lleno de emociones y experiencias!
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